Lázaro llega a Toledo donde encuentra a su tercer amo: el escudero. Este aparentaba ser importante y tener dinero, pero su casa apenas tenía una silla, una cama y un jarro para llenar agua del río. El primer día con él, Lázaro comparte su pan con el escudero y pasa una noche horrible, en la cama dura de su amo, con hambre y pidiéndole a Dios la muerte. A la mañana siguiente el amo sale a misa y Lázaro, que fue al río a llenar de agua el jarro, lo ve coquetando con unas muchachas que lo abandonan cuando él no les invita a almorzar. Lázaro regresa a casa y como su amo no vuelve, sale a pedir limosna. Le dan panes, trioas cocidas y una pata de vaca que comparte con su amo esa tarde. Por una semana, Lázaro es quien consigue de comer para su amo, hasta que el ayuntamiento prohíbe a los limosneros. Un día el amo consigue un real y le dice a Lázaro que vaya a comprar pues comeran como condes. Pero en el camino Lázaro se cruza con un muerto al que la viuda le decía llorando que lo iban a llevar a la casa oscura, triste y donde no se come. El niño, asustado, cree que lo llevan a la casa del escudero y corre de regreso a refugiarse con su amo. En otra ocasión, el escudero le cuenta a Lázaro que es de Castilla la Vieja donde tiene propiedades y que se mudó a Toledo por un lío de honor que Lázaro considera una exageración. En eso llegan a cobrarle el alquiler de la casa y de la cama y el escudero les dice a sus acreedores que vuelvan por la tarde. El escudero entonces, abandona a Lázaro quien estuvo a punto de ir preso por la deuda de su amo.
Entrevista al escritor Cristian Alarcón
Los pibes chorros, dice Cristian Alarcón, no nacieron como un prototipo de joven con la cara tapada, alardeando con un arma en la televisión. Aparecieron por primera vez como cadáveres. Cuando se encontró con el mito de Víctor “El Frente” Vital, estaba investigando sobre el aumento del gatillo fácil aplicado por la Policía Bonaerense a chicos cada vez más chicos para la sección Sociedad de Página/12. En esa investigación se encontró con el Escuadrón de la Muerte que actuaba en la Zona Norte del conurbano bonaerense. “Cuando empecé a investigar el Escuadrón, estaba en contacto con la Correpi (Coordinadora contra la Represión Policial Institucional) y la abogada María del Carmen Verdú me contó que en San Fernando existía el caso de un chico de diecisiete años que fue fusilado bajo una mesa, mientras gritaba: ‘No disparen, me entrego’. Decían que había sido una especie de Robin Hood, y después de su muerte comenzó la construcción de su mito. Me enteré de las ceremonias sobre la tumba de El Frente en el cementerio de San Fernando: los chicos le piden ofreciendo lo que consumen, marihuana y cerveza, para que los proteja de las balas de la policía cuando salen a robar. También le piden por otras cuestiones cotidianas. Ese fue el comienzo de la historia del libro.”Ese mito, el de El Frente, es el eje de Cuando me muera quiero que me toquen cumbia, un non-fiction que mientras construye y deconstruye el mito, revela una trama y un territorio; trama donde se cruza la violencia del aparato policial, la relación entre transas y ladrones, la traición, desamparo y también la solidaridad en un territorio devastado, el de las villas San Francisco, 25 de Mayo y la Esperanza de San Fernando. “Me vi sumergido en otro tipo de lenguaje y de tiempo, en otra manera de sobrevivir y de vivir hasta la propia muerte. Conocí la villa hasta sufrirla”, escribe Alarcón en el prólogo. Hoy, dos años después de entrar en ese territorio, la madre de Víctor Vital, Sabina Sotello, mantiene un diálogo político con Alarcón, que es cofundador de la Asociación Miguel Bru. El libro no es sólo un relato sobre la marginalidad y la acción criminal del aparato policial y el Estado sino que se inserta en una práctica política. “Es política la relación con los familiares, con Sabina y las mujeres del barrio, que me fueron llevando por los pasillos y me abrieron las puertas de los ranchos. Ellas fueron las guías; después tomaron la posta los pibes.”¿Fue un desafío darle al libro una dimensión política? –Sí. Se me cuestiona la ausencia de contexto y de declaraciones políticas. Pero yo nunca dejé de relacionar este libro con lo que publiqué en Página/12, a pesar de que mucha gente no quiso escuchar que hubo un Escuadrón de la Muerte en la Argentina. Pretendo que sea una interpelación y no un relato tranquilizador; busco que las contradicciones de los personajes se trasladen a las de los lectores. Políticamente, el desafío del libro era mostrar la complejidad de esta trama a partir de un pequeño hecho, y preservar la lealtad con los protagonistas sin caer en la lealtad demagógica, tumbera, que no me resulta simpática porque no es más que dominación pura. Y ahora, con el libro ya editado, el activismo político que compartimos no sólo se preservó sino que se fortaleció. ¿Por qué es tan importante en el relato el tema de la traición? –El cronista siempre puede portar la traición como estigma, en tanto se infiltre en un territorio o en la vida de alguien para contarla. Pero, al margen de lo personal, empecé a darme cuenta de que, en el caso de la villa, con la desintegración social y la miseria, la traición empieza a ser una situación más recurrente. Pero no quería que fuera lo más importante. Primero tenía que construir el mito del ídolo pagano para poder contar la transición que se dio entre 1998 y 2002, el tiempo que narra el libro; si hacía eje en la traición, estaba traicionando la historia que había elegido. Aunque sí es cierto que la historia comienza con una muerte que también es una traición, pero del Estado hacia los civiles, una traición vengada en una batalla campal que dura una tardeentera, bajo una tormenta. Esa batalla es el primer capítulo, y el escenario para entrar a una historia que es muchísimo más dura que esa batalla. Después todo se complejiza. No es una de tiros.El cronista está involucrado en el relato,y va cambiando de posición... –Hay una decisión política de sostener la subjetividad como una condición para que el lector se haga responsable de que en ese recorrido está en juego lo propio. A mí, convivir con ellos me provocó decenas de cuestionamientos. En el libro no es terminante una posición a favor o en contra. A veces tengo vergüenza, otras miedo, otras cierto recelo o bronca. En muchos casos no estoy de acuerdo con lo que está ocurriendo, y no hago una hermandad con la violencia. Uno está en conflicto con esa violencia cuando está tan cerca. El cronista también es ambiguo; voy cambiando de posición. En algún momento también estuve fascinado, y la fascinación es lo que más me perjudicó para armar el relato.¿En qué momento abandonó la mirada fascinada? –Entrevisté muchas veces a un mismo grupo que está subdividido, tiene muchas internas y relaciones cruzadas. En un mismo territorio se juegan tantos intereses diferentes, de poder sobre todo, que no hay manera de sostener la fascinación. Elegí evitar toda disquisición sociológica o antropológica porque me comprometí con el non-fiction, con una estructura vertiginosa que el lector no pudiera dejar de leer. Pero esa información yo la manejo, y la fascinación dura hasta ahí. Uno comprende que no todo es pobreza y miseria, que hay actitudes y voluntades que no están coartadas por las condiciones materiales de existencia. Entendí que El Frente Vital no era un Robin Hood: era un pibe que no podía gastarse el dinero en casa de su madre, porque ella no aceptaba dinero robado, y por lo tanto hacía ostentación y era un demagogo; lo repartía de otra manera entre sus pares. Tampoco era un actor político que decidía un distribucionismo impecable. No había en él una voluntad de ser justo en términos sociales; era arbitrariamente justo. En vez de comprar caramelos tenía la obsesión de comprar yogur para los chicos, por ejemplo. De la misma manera, pagaba zapatillas Nike para su grupo, o el tenedor libre y la bailanta. ¿Cuál es la tradición de la crónica que lo influencia? –Me da pudor decir Capote, Walsh y Hammet, pero ésas son mis lecturas. Y, por otro lado, la literatura latinoamericana. Me marcó especialmente Walsh, en lo referente a deconstruir y reconstruir un hecho político para darle un sentido después con lo narrativo. Pero respeto en lo que me relataron los protagonistas cierto texto y subtexto melodramático. El libro es una especie de ensamble entre el vértigo de un policial negro en sus escenas más crudas, y el melodrama, donde mi referente es Manuel Puig. En el camino de hacer es ensamble, dejé el melodrama para el subtexto, quizá porque en el melodrama estaba implicado yo: fui a los bautismos, a los cumpleaños y a los funerales de los protagonistas del libro. Supongo que el título tiene que ver con eso. Está tomado de una cumbia colombiana, la canción favorita de El Frente. Lo definí con Pedro Lemebel: estuvimos dos horas hablando de por qué uno busca el título en una canción, como lo hizo él en Tengo miedo, Torero. También es una reivindicación del melodrama: la cumbia es un ritmo de alegría explícita que encierra una tristeza tremenda. Es un bolero disfrazado.
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Los pibes chorros, dice Cristian Alarcón, no nacieron como un prototipo de joven con la cara tapada, alardeando con un arma en la televisión. Aparecieron por primera vez como cadáveres. Cuando se encontró con el mito de Víctor “El Frente” Vital, estaba investigando sobre el aumento del gatillo fácil aplicado por la Policía Bonaerense a chicos cada vez más chicos para la sección Sociedad de Página/12. En esa investigación se encontró con el Escuadrón de la Muerte que actuaba en la Zona Norte del conurbano bonaerense. “Cuando empecé a investigar el Escuadrón, estaba en contacto con la Correpi (Coordinadora contra la Represión Policial Institucional) y la abogada María del Carmen Verdú me contó que en San Fernando existía el caso de un chico de diecisiete años que fue fusilado bajo una mesa, mientras gritaba: ‘No disparen, me entrego’. Decían que había sido una especie de Robin Hood, y después de su muerte comenzó la construcción de su mito. Me enteré de las ceremonias sobre la tumba de El Frente en el cementerio de San Fernando: los chicos le piden ofreciendo lo que consumen, marihuana y cerveza, para que los proteja de las balas de la policía cuando salen a robar. También le piden por otras cuestiones cotidianas. Ese fue el comienzo de la historia del libro.”Ese mito, el de El Frente, es el eje de Cuando me muera quiero que me toquen cumbia, un non-fiction que mientras construye y deconstruye el mito, revela una trama y un territorio; trama donde se cruza la violencia del aparato policial, la relación entre transas y ladrones, la traición, desamparo y también la solidaridad en un territorio devastado, el de las villas San Francisco, 25 de Mayo y la Esperanza de San Fernando. “Me vi sumergido en otro tipo de lenguaje y de tiempo, en otra manera de sobrevivir y de vivir hasta la propia muerte. Conocí la villa hasta sufrirla”, escribe Alarcón en el prólogo. Hoy, dos años después de entrar en ese territorio, la madre de Víctor Vital, Sabina Sotello, mantiene un diálogo político con Alarcón, que es cofundador de la Asociación Miguel Bru. El libro no es sólo un relato sobre la marginalidad y la acción criminal del aparato policial y el Estado sino que se inserta en una práctica política. “Es política la relación con los familiares, con Sabina y las mujeres del barrio, que me fueron llevando por los pasillos y me abrieron las puertas de los ranchos. Ellas fueron las guías; después tomaron la posta los pibes.”¿Fue un desafío darle al libro una dimensión política? –Sí. Se me cuestiona la ausencia de contexto y de declaraciones políticas. Pero yo nunca dejé de relacionar este libro con lo que publiqué en Página/12, a pesar de que mucha gente no quiso escuchar que hubo un Escuadrón de la Muerte en la Argentina. Pretendo que sea una interpelación y no un relato tranquilizador; busco que las contradicciones de los personajes se trasladen a las de los lectores. Políticamente, el desafío del libro era mostrar la complejidad de esta trama a partir de un pequeño hecho, y preservar la lealtad con los protagonistas sin caer en la lealtad demagógica, tumbera, que no me resulta simpática porque no es más que dominación pura. Y ahora, con el libro ya editado, el activismo político que compartimos no sólo se preservó sino que se fortaleció. ¿Por qué es tan importante en el relato el tema de la traición? –El cronista siempre puede portar la traición como estigma, en tanto se infiltre en un territorio o en la vida de alguien para contarla. Pero, al margen de lo personal, empecé a darme cuenta de que, en el caso de la villa, con la desintegración social y la miseria, la traición empieza a ser una situación más recurrente. Pero no quería que fuera lo más importante. Primero tenía que construir el mito del ídolo pagano para poder contar la transición que se dio entre 1998 y 2002, el tiempo que narra el libro; si hacía eje en la traición, estaba traicionando la historia que había elegido. Aunque sí es cierto que la historia comienza con una muerte que también es una traición, pero del Estado hacia los civiles, una traición vengada en una batalla campal que dura una tardeentera, bajo una tormenta. Esa batalla es el primer capítulo, y el escenario para entrar a una historia que es muchísimo más dura que esa batalla. Después todo se complejiza. No es una de tiros.El cronista está involucrado en el relato,y va cambiando de posición... –Hay una decisión política de sostener la subjetividad como una condición para que el lector se haga responsable de que en ese recorrido está en juego lo propio. A mí, convivir con ellos me provocó decenas de cuestionamientos. En el libro no es terminante una posición a favor o en contra. A veces tengo vergüenza, otras miedo, otras cierto recelo o bronca. En muchos casos no estoy de acuerdo con lo que está ocurriendo, y no hago una hermandad con la violencia. Uno está en conflicto con esa violencia cuando está tan cerca. El cronista también es ambiguo; voy cambiando de posición. En algún momento también estuve fascinado, y la fascinación es lo que más me perjudicó para armar el relato.¿En qué momento abandonó la mirada fascinada? –Entrevisté muchas veces a un mismo grupo que está subdividido, tiene muchas internas y relaciones cruzadas. En un mismo territorio se juegan tantos intereses diferentes, de poder sobre todo, que no hay manera de sostener la fascinación. Elegí evitar toda disquisición sociológica o antropológica porque me comprometí con el non-fiction, con una estructura vertiginosa que el lector no pudiera dejar de leer. Pero esa información yo la manejo, y la fascinación dura hasta ahí. Uno comprende que no todo es pobreza y miseria, que hay actitudes y voluntades que no están coartadas por las condiciones materiales de existencia. Entendí que El Frente Vital no era un Robin Hood: era un pibe que no podía gastarse el dinero en casa de su madre, porque ella no aceptaba dinero robado, y por lo tanto hacía ostentación y era un demagogo; lo repartía de otra manera entre sus pares. Tampoco era un actor político que decidía un distribucionismo impecable. No había en él una voluntad de ser justo en términos sociales; era arbitrariamente justo. En vez de comprar caramelos tenía la obsesión de comprar yogur para los chicos, por ejemplo. De la misma manera, pagaba zapatillas Nike para su grupo, o el tenedor libre y la bailanta. ¿Cuál es la tradición de la crónica que lo influencia? –Me da pudor decir Capote, Walsh y Hammet, pero ésas son mis lecturas. Y, por otro lado, la literatura latinoamericana. Me marcó especialmente Walsh, en lo referente a deconstruir y reconstruir un hecho político para darle un sentido después con lo narrativo. Pero respeto en lo que me relataron los protagonistas cierto texto y subtexto melodramático. El libro es una especie de ensamble entre el vértigo de un policial negro en sus escenas más crudas, y el melodrama, donde mi referente es Manuel Puig. En el camino de hacer es ensamble, dejé el melodrama para el subtexto, quizá porque en el melodrama estaba implicado yo: fui a los bautismos, a los cumpleaños y a los funerales de los protagonistas del libro. Supongo que el título tiene que ver con eso. Está tomado de una cumbia colombiana, la canción favorita de El Frente. Lo definí con Pedro Lemebel: estuvimos dos horas hablando de por qué uno busca el título en una canción, como lo hizo él en Tengo miedo, Torero. También es una reivindicación del melodrama: la cumbia es un ritmo de alegría explícita que encierra una tristeza tremenda. Es un bolero disfrazado.
Actividades:
Vincular la problemática de la juventúd y la marginidad de la misma (El Lazarillo) con la situación actual de los jóvenes llamados "marginales". Ten en cuenta el contexto, la época, las condiciones de producción, la situación social de los escritores. Los temas tratados en uno y otro libro y la denuncia que en ambos textos está involucrada. Actividad para Sebastián Romano, Williams Barrios, Gabriela Sanhueso.
lunes, 4 de mayo de 2009
6 comentarios:
hola el artículo esta muy bueno me inpresina porque todo el tiempo habla de la muerte. Làzaro es un chico pobre que busca un amo y cuando lo encuentra al final el amo lo abandona. Se vasa casi en la vida real de las mujeres que tienen los hijos y los abandona. Los chicos se crian en la calle solos y sin nadie, de tanta soledad desiden quitarse la vida, algunos se arruinan la vida con la droga y la delincuencia.....
Diana V. Acosta
Yo creo que este tema esta muy relacionado con los chicos pobres que salen a ganarse el dinero que puedan, haciendo cualquier cosa que este a su alcanze.
Sus padres los obligan a trabajar quedandose para ellos el dinero recaudados.
En muchos casos son golpeados por no haber conseguido lo suficiente para los padres,y esto obliga a los chicos a cometer actos delictivos.
FRANCO AIELLO - PABLO PACCI 4º 2º
Los textos, a pesar de la diferencia de épocas, los vinculo a los temas ligados al sometimiento y el hambre de los jóvenes, no sólo en nuestro país sino, aunque de distintas maneras, en todo el mundo.
Hablando de nuestro país y vinculando con el Tratado 3ro del Lazarillo de Tormes creo que es similar el sometimiento que ejerce el amo al Lazarillo inculpándolo o provocando que delinca, ya que en la actualidad es más o menos lo mismo pero ya no se hablan de amos sino de sociedades, porque nuestra sociedad es el amo de los jóvenes, nuestra forma de vida, nuestra calidad de vida y el modo de cumplir nuestros objetivos provocan que nuestros jóvenes sean marginados y apartados de la sociedad sea el tipo de joven que se. yo creo que no sólo los pibes de la pobreza son los únicos marginados, yo bien creo que todos los jóvenes son ocultados y maltratados por la gente mayor, un caso actual es la pésima calidad de estudio, por ej: mi idea es estudiar en una escuela comercial para poder enfocarme en este tema, pero la sorpresa es que desde hace unos años hubo una modificación y la segunda división recién comienza a tener esta materia a partir del 3er año lo cual es una barbaridad. Mi caso no es exento en estos momentos estoy cursando el 4to año y no tengo la menor idea de lo que es un ticket bancario o lo que es una factura A.
Pero desviándome un poco del tema educación, quisiera referirme a los chicos de la pobreza absoluta , no de los pobres que no trabajan y cuando tienen algo de dinero en vez de comprar ropa para sus 14 hijos compran una playstation, aunque admito que no son todos los casos. Los verdaderos pobres que se encuentran en las zonas más alejadas de las capitales deberían ser mirados y atendidos y el gobierno deben procurar que produzcan para autoabastecerse y poder tener una vida más digna lejos de la droga y de la marginalidad.También me gustaría hablar de los pobres clase indígenas pero no sería oportuno ya que incluyen a personas de todas las edades.
Maximiliano Rozen 4to 2da T.M.
Hola.
La verdad al leer este artículo me impactó la parte en la que habla de un "Escuadrón de la Muerte".
La corrupción en el personal de seguridad social(la policía y otros organismos que se dedican a promover y garantizar la seguridad)es un tema que hoy en día se ve mucho y se ha vuelto común, sino no existirían tantos robos a lugares privados o sectores VIP, los cuales están justamente vigilados y protegidos por la supuesta mejor seguridad.Ni hablar de la seguridad en los barrios menos adinerados, en los cuales el hurto se ha vuelto practicamente una costumbre.
Bueno, ahora voy a centrarme en el tema que me compete,el cual es la relación entre el "Lazarillo de Tormes" y la juventud marginada actual.
¿Quién de nosotros no ha visto centenares de chicos pidiendo limosnas en la calle totalmente solos sin compañía de sus respectivos padres?Y la pregunta que nos sale instantaneamente es:¿Donde están los padres de estos chicos?La repuesta es simple, muchos han abandonado a dichos chicos,o están en otra parte bebiendo algo mientras mandan a sus chicos a pedir limosnas,las cuales no utilizan en sus hijos sino en ellos mismos; este es un claro ejemplo de abuso hacia estos chicos, sin ni si quiera mencionar los abusos físicos que probablemente sufren.
Toda esta situación de estos chicos actuales se relaciona directamente con el Lazaro del "Lazarillo de Tormes", quién comenzó como estos chicos pidiendo limosnas ya desde chico hasta encontrar un amo, quién abusa totalmente de él mandándolo a limosnar por dinero y comida,mientras él se queda en su casa o va a coquetear con mujersuelas, y encima luego de conseguir la comida limosnando el Lazaro debe darsela a su amo quien decide comparirle un poco de dicha comida; exactamente como los padres de los chicos marginados actualmente.
En la actualidad, ya practicamente los chicos pobres de la calle no recurren a buscar un amo que los mantenga por servirle, ya que actualmente eso ha pasado a ser casi una profesión, es decir, que hay gente que se especializa para eso(mayordomos, sirvientas, amas de casa); sin mencionar que el pensamiento actual les dice que es más fácil salir a robar.
También,muchos padres mandan a robar a sus chicos y por lo tanto la inseguridad aumenta,y la vida de estos chicos y de la sociedad es perjudicada;y luego estos chicos no pueden ser encarcelados o sentenciados porque son imputables,entonces vuelven a realizar los actos de bandalismo sin poder ser frenados.
En el caso del Lazaro este casi es apresado por la culpa de su amo, pero el amo abandona su casa y al Lazaro.
Luego de decir todo esto se debe destacar que si bien la mayoría de los casos de los chicos marginados son así hoy en día, hay gente de verdad honesta quienes se preocupa por sus chicos y su futuro, esforzandose para que ellos tengan educación, buenos valores morales y honestidad, para que no deban recurrir al bandalismo.
Yo pienso que el porcentaje de pobreza en nuestro país y por lo tanto también el número de jovenes marginados está aumentando cada vez más debido a la imprudencia de los padres que deciden tener hijos siendo ellos pobres y sabiendo que no les van a poder dar un buen estudio y consecuentemente un buen futuro; y luego de tenerlos ya saben que pasa, los hacen trabajar cartoneando, pidiendo limosnas o robando.
Todo esto, aconsejo yo, debe hacernos recapacitar en nuestras actitudes de la vida diaria y fijarnos si estas están bien o algo está fallando.
Bueno me despido aténtamente.Adiós.
Sebastián Romano COMERCIAL Nº24 4º2º T.M.
En el libro del "Lazarillo de Tormes" la marginalidad del Lazarillo muestra su lucha con el hombre,la pobreza y su necesidad de buscar un amo quien le de techo y comida.
En cambio el articulo hace referencia a el abandono , la pobreza el hambre y la marginalidad que se vive en la actualidad . Donde estas personas marginadas salen a robar por necesidad.
En "El Lazarillo de Tormes" habla mucho sobre la pobresa que estan pasasndo, donde un chico busca un amo para que le brinde comida y un hogar.
En cambio en la entravesta de Cristian Alarcón, se relaciona mucho con el tema de la inseguridad donde chicos salen a robar por necesidad. Este es un tema que esta relacionado mucho con la Actualidad, muchos menores salen a roba por su propia cuanta y otros porque sus padres lo obligan a hacerlo, etos jovenes no pueden ser sentenciados porque son imputables.
Espero que se pueda arreglar el tema de la imputabilidad a menores de edad asi se pordera parar con esta ola de bandalismo y mejorar a la Argentina.
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